Un nuevo estudio muestra qué pasa en tu mente cada vez que abres un libro

Leer no es un acto simple: activa una compleja red cerebral que varía según procesemos letras, palabras, frases o textos. O si leemos en silencio o en voz alta. Un nuevo estudio revela cómo el cerebro se especializa y reorganiza para convertir símbolos escritos en lenguaje y comprensión.

Por Enrique Coperías

El cerebro procesa el lenguaje escrito a través de una compleja red de regiones interconectadas.

El cerebro procesa el lenguaje escrito a través de una compleja red de regiones interconectadas. Nuestra sesera no responde igual ante una letra, una palabra, una frase o un texto. Cada nivel de procesamiento activa zonas específicas, con un alto grado de especialización. Foto: Lucrezia Carnelos

Leer es mucho más que unir letras y palabras: se trata de una operación compleja que activa una vasta red cerebral, una orquesta de regiones neurológicas que trabajan en conjunto para descifrar, comprender e interpretar lo que tenemos delante.

Esta fue la premisa del ambicioso estudio dirigido por la investigadora Sabrina Turker, del Grupo de Investigación sobre Cognición y Plasticidad, en el Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y del Cerebro Humanos, en Alemania, que analizó más de 160 estudios de neuroimagen para ofrecer una visión sin precedentes del cerebro lector en adultos.

Publicado en la revista Neuroscience and Biobehavioral Reviews, el artículo es una de las revisiones más completas hasta la fecha sobre cómo nuestro casquete pensante procesa el lenguaje escrito. Y los resultados revelan que la lectura, lejos de ser una función aislada, implica un entramado dinámico de áreas cerebrales que se activan de forma diferente según el tipo de tarea: no es lo mismo leer una letra que una frase, un texto o una palabra inventada.

Leer transforma el cerebro

El hecho de aprender a leer modifica el cerebro humano. Aunque la lectura es una habilidad cultural reciente en términos evolutivos, nuestro sistema nervioso ha sabido reutilizar circuitos del lenguaje, la visión, el control motor e incluso el equilibrio para procesar el texto escrito.

Los investigadores analizaron las pruebas realizadas a más de 3.000 participantes en 163 estudios de resonancia magnética funcional (fMRI) y tomografía por emisión de positrones (PET), lo que les permitió identificar un patrón común de activación cerebral durante tareas de lectura en adultos sanos.

Turker y sus colegas detectaron una implicación dominante del hemisferio izquierdo, particularmente de áreas tradicionalmente asociadas al lenguaje, como el giro frontal inferior y el córtex occipitotemporal ventral —donde se encuentra la famosa área de forma visual de palabras— y regiones temporoparietales.

No obstante, la lectura también activa regiones motoras, auditivas, ejecutivas e incluso del cerebelo, una estructura ubicada en la parte posterior e inferior del encéfalo, debajo del lóbulo occipital, que principalmente se encarga de coordinar los movimientos voluntarios, el equilibrio, la postura y el aprendizaje motor. Esto muestra el carácter integral y multifacético de la acción de leer.

Cada tipo de lectura tiene su huella neuronal

Uno de los hallazgos más fascinantes del estudio es que el cerebro no responde igual ante una letra, una palabra, una frase o un texto. Cada nivel de procesamiento activa zonas específicas, con un alto grado de especialización.

El procesamiento de letras activa principalmente áreas visuales en la parte posterior del cerebro, especialmente la corteza occipital izquierda; y las palabras implican al giro frontal inferior y al córtex occipitotemporal ventral del hemisferio izquierdo, regiones esenciales para el reconocimiento ortográfico y la producción fonológica.

En el caso de las frases, además de las regiones anteriores, se suma una mayor activación del lóbulo temporal medio y superior, así como de áreas motoras suplementarias, necesarias para integrar la estructura sintáctica. Por último, en los textos, aunque se esperaría un mayor despliegue neuronal, el análisis mostró una activación muy localizada en el giro precentral izquierdo, relacionado con el procesamiento secuencial y el control ejecutivo.

Palabras reales vs. pseudopalabras

Otro experimento clave den la investigación del Max Planck fue comparar la lectura de palabras reales con la de pseudopalabras, esto es, palabras inventadas que siguen las reglas fonológicas del idioma. Aquí, el cerebro muestra una disociación clara: leer palabras reales activa regiones relacionadas con el acceso al significado, es decir, áreas semánticas como el giro parahipocampal, el giro angular y el lóbulo temporal medio.

Leer pseudopalabras, en cambio, requiere un esfuerzo fonológico mayor, lo que se traduce en una activación reforzada en regiones frontales y parietales bilaterales, especialmente en el giro precentral y el surco parietal superior.

Este contraste refuerza la idea de las dos vías de procesamiento en la lectura: una directa, la léxica, para palabras familiares, y otra indirecta, la fonológica, para palabras nuevas o inventadas.

Leer en voz alta no es lo mismo que leer en silencio

Otro aspecto abordado por Turker y su equipo es la diferencia entre leer en voz alta (lectura overt) y leer en silencio (covert). Los resultados de este análisis son dignos de mención.

En el caso de la lectura en voz alta, se activan más intensamente las áreas motoras y auditivas, como era de esperarse, así como el cerebelo derecho, vinculado al control del habla.

La lectura silenciosa, en cambio, implica más a regiones asociadas a la planificación, el control cognitivo y la toma de decisiones, como la ínsula derecha y el giro paracingulado. En resumen, cuando no vocalizamos, el cerebro debe frenar ciertos impulsos motores y controlar de forma más interna el proceso de descodificación.

Red cerebral implicada en la lectura: representación del conjunto de áreas cerebrales activadas durante tareas de lectura en adultos, incluyendo la participación del cerebelo (a).

Red cerebral implicada en la lectura: representación del conjunto de áreas cerebrales activadas durante tareas de lectura en adultos, incluyendo la participación del cerebelo (a). La imagen también muestra cómo distintas regiones se especializan según el nivel de procesamiento (b): letras, palabras, frases y textos. Cortesía: Sabrina Turker et al.

¿Leer o decidir si algo es una palabra?

Por otro lado, en muchos estudios sobre el procesamiento del lenguaje escrito se utilizan tareas de decisión léxica, que consisten en presentar al lector una cadena de letras y pedirle que determine si se trata de una palabra real o no.

Aunque este tipo de tareas son comunes en la investigación científica, el estudio revela que no activan el cerebro lector de la misma forma que lo hace la lectura natural, es decir, aquella que realizamos de manera fluida cuando leemos un libro, un artículo o cualquier texto con intención de comprensión.

La decisión léxica implica un componente extra de evaluación consciente, lo que se traduce en una mayor implicación de áreas prefrontales bilaterales, la ínsula y el cíngulo anterior, todas asociadas a funciones ejecutivas. En contraste, la lectura silenciosa espontánea de palabras o pseudopalabras activa más intensamente regiones especializadas del lenguaje, como la corteza temporal medial, el cerebelo izquierdo y la corteza orbitofrontal, donde se integran la emoción y el contexto.

Esto sugiere que, aunque útil en el laboratorio, la decisión léxica no refleja del todo cómo funciona nuestro encéfalo cuando leemos en situaciones cotidianas.

Una red neuronal compleja y jerarquizada

En conjunto, el estudio revela una arquitectura cerebral jerarquizada, lateralizada y dinámica. Las regiones involucradas forman una red que se adapta al tipo de estímulo, al modo de presentación —silencioso o en voz alta— y a la tarea cognitiva requerida, esto es, leer, decidir o comprender.

Además, este nuevo trabajo confirma el papel cada vez más reconocido del cerebelo en el procesamiento del lenguaje. No es solo un órgano del equilibrio, sino también una pieza clave para la articulación del habla y el acceso semántico.

Más allá del valor teórico, los hallazgos de Turker y su equipo tienen implicaciones directas en contextos educativos y clínicos. Comprender qué áreas se activan durante diferentes tipos de lectura puede ayudar a diseñar mejores estrategias para enseñar a leer, detectar dificultades lectoras, como la dislexia, o personalizar terapias de rehabilitación tras sufrir un daño cerebral, como sucede en los ictus.

La lectura, ese acto aparentemente simple, resulta ser una proeza neurocognitiva que moviliza una sinfonía cerebral. Este estudio, fruto del análisis riguroso de décadas de investigaciones, nos acerca un poco más a entender cómo el cerebro transforma tinta en significado, símbolos en ideas, letras en pensamiento. ▪️

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