Café contra el olvido: la ciencia explora el rol protector de la cafeína frente al alzhéimer
El café no solo nos despierta por las mañanas: podría también proteger nuestra memoria. Nuevas evidencias científicas apuntan a la cafeína como posible aliada frente al deterioro cognitivo y la demencia.
Por Enrique Coperías
El café, compañero cotidiano en muchas rutinas, podría ofrecer una protección frente al alzhéimer, aunque los expertos llaman a un optimismo moderado y prudente. Imagen generada con DALL-E
Cada día, miles de millones de personas en el mundo comienzan su rutina con una taza de café. Este gesto aparentemente trivial podría esconder un beneficio mayor que el simple despertar matutino. Más allá de su aroma y efecto estimulante, la cafeína, principal compuesto activo del café, está siendo investigada por su posible capacidad para frenar el avance del alzhéimer, la forma más común de demencia a nivel global.
La enfermedad de Alzheimer, la forma más común de demencia, afecta a millones de personas en todo el mundo y su incidencia crece a medida que la población envejece. En la búsqueda de estrategias preventivas, la atención de la ciencia se ha centrado en factores relacionados con el estilo de vida que podrían influir en la progresión de esta enfermedad neurodegenerativa.
Entre ellos, destaca un candidato inesperado pero prometedor: la cafeína, presente en bebidas tan comunes como el café, el té y algunos refrescos. Un creciente número de estudios sugiere que el consumo regular y moderado de cafeína podría estar vinculado a una menor probabilidad de desarrollar deterioro cognitivo e incluso de progresar hacia el alzhéimer.
¿Puede la cafeína prevenir el deterioro cognitivo?
Una reciente revisión científica, publicada en la revista Cureus, examina esta relación con lupa y plantea una pregunta provocadora: ¿podría el café convertirse en un aliado en la lucha contra el deterioro cognitivo?
El trabajo, liderado por un equipo internacional de médicos e investigadores de instituciones en Pakistán, el Reino Unido y Estados Unidos, ha analizado la evidencia más sólida disponible hasta octubre de 2024 sobre la relación entre el consumo de cafeína y la progresión del alzhéimer.
El objetivo del estudio era claro: determinar si existe una asociación significativa entre el hábito de consumir cafeína y un menor riesgo de padecer deterioro cognitivo, especialmente en personas con deterioro cognitivo leve, una fase intermedia y aún reversible antes de que se instaure la demencia.
De los 176 estudios identificados que abordaban este vínculo, solo cuatro cumplieron con los criterios de calidad y relevancia necesarios para su inclusión final. A pesar de tratarse de un número reducido de informes, los diferentes enfoques metodológicos permitieron construir un panorama riguroso y revelador.
Cuatro estudios con una tendencia común
Uno de los hallazgos más llamativos proviene de una investigación estadounidense que analizó los niveles de cafeína en sangre de 124 personas con deterioro cognitivo leve durante un seguimiento de hasta cuatro años. Sus autores llegaron a la conclusión de que las personas con niveles superiores a 1.200 ng/ml no desarrollaron demencia durante ese período de tiempo, mientras que quienes presentaban niveles más bajos mostraron un riesgo un 51% mayor de progresar hacia el alzhéimer.
En términos prácticos, dicho nivel de cafeína equivale a consumir alrededor de tres tazas de café al día.
Otra investigación, esta realizada en Europa en 2024 como parte del proyecto BALTAZAR, evaluó a 263 personas con deterioro cognitivo leve o con alzhéimer ya diagnosticado. Los investigadores descubrieron que los voluntarios que consumían al día menos de 216 mg de cafeína —el equivalente aproximado a dos tazas de café— tenían un riesgo significativamente mayor de sufrir pérdida de memoria y presentaban biomarcadores anómalos en el líquido cefalorraquídeo, un indicio claro del avance de la enfermedad.
La cafeína del café reduce la inflamación cerebral, el estrés oxidativo y la muerte neuronal, tres procesos estrechamente ligados a la neurodegeneración y el deterioro cognitivo. Foto: Mike Kenneally
Con los genes en la taza
Por su parte, un estudio genético con datos de casi medio millón de personas del Biobanco del Reino Unido exploró la influencia de determinadas variantes genéticas asociadas a niveles elevados de cafeína en sangre.
Los resultados apuntaron a una posible protección frente al alzhéimer, aunque la asociación no alcanzó el grado de significación estadística. Sin embargo, estos datos refuerzan la hipótesis de que la cafeína podría tener un efecto biológico real y no meramente correlativo.
Finalmente, un estudio retrospectivo realizado en Portugal con 108 participantes mostró que las personas con alzhéimer habían consumido mucha menos cafeína durante los veinte años previos al diagnóstico, en comparación con un grupo control. Los investigadores calcularon un 60% menos de riesgo de desarrollar alzhéimer en los consumidores habituales de cafeína, incluso después de ajustar otros factores como la hipertensión, el tabaquismo yo la educación.
¿Qué mecanismos explican el efecto de la cafeína en el cerebro?
Pero ¿cómo podría la cafeína ejercer este efecto protector sobre el cerebro? Los investigadores sugieren varias explicaciones plausibles. En primer lugar, la cafeína bloquea los receptores de adenosina A2A, un mecanismo que mejora la vigilia pero que también podría reducir la acumulación letal en las neuronas de placas beta-amiloides y ovillos de proteína tau, dos de las principales marcas patológicas del alzhéimer.
Además, estudios experimentales han demostrado que la cafeína reduce la inflamación cerebral, el estrés oxidativo y la muerte neuronal, tres procesos estrechamente ligados a la neurodegeneración. También se ha observado que estimula la producción del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), clave para la plasticidad sináptica y la memoria, especialmente en el hipocampo, la región cerebral que primero sufre los efectos del alzhéimer.
Recordemos que el hipocampo es una estructura cerebral fundamental para la formación y consolidación de la memoria, especialmente la de largo plazo. También participa en la orientación espacial y en el aprendizaje de nueva información, por lo que desempeña un papel clave en cómo recordamos, nos ubicamos y procesamos experiencias.
Más café, pero no a ciegas
A esto se suma su influencia en la expresión génica relacionada con la longevidad neuronal y la reparación celular, lo que sugiere que los beneficios de la cafeína van más allá del simple estímulo cognitivo momentáneo.
Uno de los puntos clave que subraya la revisión es que la relación entre la cafeína y el alzhéimer no es lineal ni simple. Los beneficios parecen depender de varios factores, entre ellos la dosis —con efectos más consistentes por encima de los 200 mg diarios—, la constancia del consumo a lo largo de los años y, muy probablemente, la predisposición genética de cada persona.
Hay que decir que el componente genético es particularmente relevante. Variantes en el gen CYP1A2, que regula la metabolización de la cafeína, podrían influir en la velocidad con que cada persona procesa esta sustancia, lo que alteraría su efecto protector. Esto plantea la posibilidad de desarrollar recomendaciones personalizadas en función del perfil genético de cada individuo.
¿Es seguro aumentar el consumo de cafeína para prevenir el alzhéimer?
Además, no debe olvidarse que quienes consumen café con regularidad tienden a adoptar también otros hábitos saludables, como seguir una dieta equilibrada o mantenerse socialmente activos. Estos factores podrían influir en los resultados observados y dificultar la identificación de un efecto exclusivamente atribuible a la cafeína.
Por otra parte, el consumo excesivo de cafeína no está exento de riesgos. Problemas como el insomnio, la ansiedad o la hipertensión pueden aparecer en personas sensibles o con antecedentes médicos específicos.
Por eso, los autores insisten en que cualquier recomendación debe considerar el estado general de salud y el estilo de vida del individuo.
¿Una estrategia preventiva accesible y barata?
Desde el punto de vista de la salud pública, la cafeína podría convertirse en una herramienta sencilla, económica y accesible para reducir el riesgo de demencia en la población general. Si futuros estudios logran confirmar su efecto protector, podríamos estar ante una estrategia preventiva tan cotidiana como preparar una cafetera por la mañana.
Sin embargo, aún queda mucho por investigar. Los autores señalan la necesidad urgente de ensayos clínicos controlados que permitan establecer con mayor precisión las dosis óptimas, los periodos de exposición más eficaces y los grupos poblacionales más beneficiados.
También sugieren explorar el papel de otras fuentes de cafeína, como el té y el chocolate, y analizar posibles sinergias con otras intervenciones preventivas, caso de la actividad física y la dieta mediterránea.
Tal y como advierten los autores, estata revisión no ofrece una receta mágica, pero sí plantea una posibilidad estimulante: el café, ese compañero habitual de nuestras rutinas, podría estar ayudando a protegernos contra el alzhéimer. Los datos disponibles invitan al optimismo moderado, pero también a la prudencia. Mientras la ciencia avanza en busca de respuestas definitivas, tal vez convenga ver esa taza diaria no solo como un ritual, sino como una pequeña inversión en salud cerebral. ▪️
Fuente: Ashfaq Z, Younas Z, Nathaniel E, Rehman A, Siddiqi A, Rasool N, Amir M. Association Between Caffeine Intake and Alzheimer's Disease Progression: A Systematic Review. Cureus (2025). DOI: 10.7759/cureus.80923