Los osos italianos han evolucionado para convivir con los humanos
Durante siglos de persecución, deforestación y convivencia forzada, los osos de los Apeninos no solo han sobrevivido: han cambiado. Un estudio genómico desvela cómo la presión humana ha moldeado su conducta hasta convertirlos en uno de los grandes carnívoros más tolerantes con nuestra especie.
Por Enrique Coperías
Un gesto simbólico de convivencia: una mujer y un oso pardo se chocan los cinco en los Apeninos italianos, una imagen que ilustra cómo siglos de presión humana han favorecido la adaptación de estos animales a una coexistencia menos conflictiva con las personas. Crédito: IA-DALL-E-Rexmolón-Producciones
Los osos pardos (Ursus arctos) del centro de Italia han vivido durante siglos a la sombra de los seres humanos. Los plantígrados han compartido montañas, bosques y valles con pastores, agricultores, pueblos enteros y, más recientemente, carreteras y áreas urbanizadas.
Esa convivencia prolongada, marcada por la persecución y la presión humanas, no solo ha dejado huella en su número —hoy queda apenas medio centena de osos, sino también en su biología más íntima. Un nuevo estudio genómico muestra que estos osos ítalos no solo son distintos de otros osos pardos europeos: han evolucionado para ser más pequeños, menos agresivos y sorprendentemente más tolerantes con nuestra especie.
El trabajo, publicado en la revista Molecular Biology and Evolution, se centra en el oso pardo de los Apeninos (Ursus arctos marsicanus), una subespecie endémica de los Apeninos centrales. Aislada del resto de poblaciones europeas desde hace al menos 1.500 años, esta población constituye un experimento evolutivo a escala real: un gran mamífero que ha sobrevivido durante milenios en un paisaje cada vez más dominado por el Homo sapiens.
Aislamiento evolutivo, poca diversidad genética y altos niveles de consanguinidad
«Una de las principales causas del declive y del aislamiento fue probablemente la tala de bosques asociada a la expansión de la agricultura y al aumento de la densidad de población humana en el centro de Italia», dice Andrea Benazzo, profesor del Departamento de Ciencias de la Vida y Biotecnologías en la Universidad de Ferrara (Italia), y autor principal del estudio.
Él y sus colegas han secuenciado el genoma completo de varios ejemplares de osos de esta población y lo han comparado con el de ejemplares de Europa central y de Norteamérica. El resultado es un retrato genético tan preocupante como fascinante. Por un lado, los osos pardos de los Apeninos presentan una diversidad genética extremadamente baja y altos niveles de consanguinidad, señales claras de una población pequeña y aislada. Por otro, muestran señales inequívocas de selección natural en genes relacionados con el comportamiento, especialmente con la agresividad y la sociabilidad.
No es una sorpresa para quienes conocen bien a estos animales. Desde hace décadas, los biólogos de campo describen a los osos de los Apeninos como más pequeños, menos agresivos y mucho más discretos que otros osos pardos. Los encuentros peligrosos con humanos son rarísimos, y los ataques prácticamente inexistentes. Hasta ahora, sin embargo, no estaba claro si ese comportamiento era fruto del aprendizaje individual —la capacidad de adaptarse y habituarse— o si tenía una base genética.
El nuevo estudio apunta claramente hacia esta segunda opción. Los autores identifican cientos de genes que muestran señales de selección positiva exclusiva en esta población italiana. Entre ellos destacan varios implicados en el desarrollo del sistema nervioso, la regulación de neurotransmisores y la modulación de la conducta social.
«Pero lo más interesante es que demostramos que los osos pardos de los Apeninos también presentan señales de selección en genes asociados a una menor agresividad», dice Giulia Fabbri, coautora del trabajo y compañera de Bennazo.
Algunos de estos genes ya se conocen por su papel en la domesticación de animales, como perros, caballos e incluso zorros criados experimentalmente para ser dóciles. En particular, aparecen alteraciones en genes asociados a la agresividad, la respuesta al estrés y la tendencia a interactuar con otros individuos. Lo llamativo es que muchas de estas variaciones no afectan de forma directa a las proteínas, sino a regiones reguladoras del ADN, aquellas que controlan cuándo, dónde y cuánto se expresan los genes.
Cambio de comportamiento
Según los autores, el mecanismo evolutivo más plausible es tan simple como brutal: durante siglos, los osos más agresivos, más atrevidos o más proclives a acercarse a humanos fueron eliminados de manera sistemática. Ya fuera mediante caza directa, represalias por ataques al ganado o persecución organizada, esos individuos tuvieron menos probabilidades de sobrevivir y reproducirse. Con el tiempo, los genes asociados a una conducta más dócil y evasiva se fueron acumulando en la población.
Desde el punto de vista de la conservación, el hallazgo tiene implicaciones profundas. Tradicionalmente, la baja diversidad genética se considera una sentencia casi inevitable de extinción. Pero este caso muestra que incluso poblaciones genéticamente erosionadas pueden persistir si desarrollan adaptaciones clave que favorezcan la coexistencia con humanos.
🗣️ «Las implicaciones generales de nuestros resultados son claras. Las interacciones entre humanos y fauna silvestre suelen ser peligrosas para la supervivencia de una especie, pero también pueden favorecer la evolución de rasgos que reduzcan el conflicto —explica Giorgio Bertorelle, investigador del estudio. Y añade—: Esto significa que incluso poblaciones que han sido gravemente y negativamente afectadas por las actividades humanas pueden albergar variantes genéticas que no deberían diluirse, por ejemplo, mediante repoblaciones».
Eso no significa que la situación sea segura. Con apenas unos cincuenta individuos, cualquier evento adverso —una enfermedad, un aumento repentino de la mortalidad, un cambio drástico en el uso del territorio— podría ser devastador. Pero sí sugiere que las estrategias de conservación deben ir más allá del simple aumento de números o de la introducción de individuos externos para refrescar el acervo genético.
Los osos de los Apeninos son, en ese sentido, un espejo incómodo. Han cambiado para adaptarse a nosotros. La pregunta que queda en el aire es si nosotros seremos capaces de adaptarnos a ellos lo suficiente como para garantizar que sigan formando parte del paisaje italiano durante otros mil años. ▪️
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Información facilitada por la Oxford University Press
Fuente: Giulia Fabbri, Roberto Biello, Maëva Gabrielli, Sibelle Torres Vilaça, Beatrice Sammarco, Silvia Fuselli, Patrícia Santos, Lorena Ancona, Laura Peretto, Giada Padovani, Marco Sollitto, Alessio Iannucci, Ladislav Paule, Dario Balestra, Marco Gerdol, Claudio Ciofi, Paolo Ciucci, Carolyn G Mahan, Emiliano Trucchi, Andrea Benazzo, Giorgio Bertorelle. Coexisting With Humans: Genomic and Behavioral Consequences in a Small and Isolated Bear Population. Molecular Biology and Evolution (2025). DOI: https://doi.org/10.1093/molbev/msaf292

