Dormir para recordar mejor: cómo el sueño profundo reorganiza la memoria en el cerebro

Mientras dormimos, el cerebro no se limita a descansar: aprovecha el silencio de la noche para reordenar los recuerdos y redefinir cómo los recuperamos. Un nuevo estudio muestra que el sueño profundo no solo protege la memoria, sino que cambia las redes cerebrales que la hacen posible.

Por Enrique Coperías

Un nuevo estudio muestra que tras dormir cambiamos la forma en que accedemos a la memoria: el mapa cerebral del recuerdo se transforma.

Durante el sueño profundo, el cerebro no solo consolida lo aprendido, sino que reorganiza las redes neuronales que permiten recuperar los recuerdos. Un nuevo estudio muestra que tras dormir cambiamos la forma en que accedemos a la memoria: el mapa cerebral del recuerdo se transforma. Foto: Bruce Mars

Dormir no es solo una pausa biológica ni un paréntesis inevitable entre dos días de actividad. Mientras el cuerpo descansa, el cerebro trabaja. Y lo hace de manera intensa, silenciosa y decisiva para algo tan esencial como recordar quiénes somos y qué hemos vivido.

Un nuevo estudio dirigido por los neurocientíficos Simon Faghel-Soubeyrand, Polina Perzich y Bernhard P. Staresina, de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, aporta ahora una pieza clave para entender este proceso: el sueño profundo no solo protege nuestros recuerdos, sino que reorganiza las redes cerebrales que los recuperan.

La investigación, publicada en la revista Neuropsychologia, muestra que durante el sueño de ondas lentas (SWS) —la etapa más profunda del descanso nocturno y la tercera fase del sueño sin movimientos oculares rápidos (NMOR)— el cerebro transforma la manera en que accede a los recuerdos episódicos, aquellos ligados a experiencias concretas del pasado.

Tras dormir, recordar ya no depende tanto de las mismas regiones cerebrales que se activan justo después de aprender algo nuevo. El mapa de la memoria cambia.

Qué dice la neurociencia sobre el sueño y la memoria

Durante décadas, la neurociencia ha defendido que los recuerdos no se almacenan de forma fija. Al principio, dependen en gran medida del hipocampo, una estructura con forma de caballito situada en el lóbulo temporal medial y fundamental para la memoria reciente.

Con el paso del tiempo —y especialmente durante el sueño— estos recuerdos se reorganizan y pasan a apoyarse más en la corteza cerebral, donde se integran con conocimientos previos.

Este proceso se conoce como consolidación de sistemas. Lo que no estaba claro hasta ahora era cómo cambia, de manera precisa, la dinámica cerebral cuando recuperamos un recuerdo después de dormir.

Un experimento para entender cómo el sueño reorganiza los recuerdos

Para responder a esa pregunta, el equipo liderado por Staresina diseñó un experimento que combinaba aprendizaje, sueño y electroencefalografía de alta densidad.

Veinticuatro voluntarios jóvenes participaron en dos sesiones separadas por una semana. En cada una de ellas aprendieron asociaciones entre palabras y distintas imágenes —objetos o escenas— y fueron sometidos a pruebas de recuerdo antes de dormir y a la mañana siguiente, tras una noche monitorizada con polisomnografía completa.

El diseño tenía un detalle crucial: solo la mitad de las asociaciones se probaban antes de dormir, mientras que la otra mitad se evaluaba únicamente al día siguiente. De este modo, los investigadores podían aislar el efecto del sueño de otros factores, como el simple hecho de practicar el recuerdo, que también fortalece la memoria.

Resultados clave: el sueño profundo cambia la forma de recordar

Los resultados conductuales confirmaron algo bien conocido: tras dormir, el rendimiento cognitivo en la tarea empeoraba ligeramente. Los participantes recordaban menos asociaciones y tardaban más tiempo en responder. Pero este olvido nocturno no era uniforme. Algunas personas retenían mejor la información que otras. Y esa variabilidad individual fue clave para entender lo que ocurría en el encéfalo.

Al analizar las señales eléctricas cerebrales durante el recuerdo, los científicos se centraron en las oscilaciones alfa, un tipo de ritmo cerebral que oscila entre los 8 y los 12 hercios. Desde hace años, se sabe que una disminución de la potencia alfa está asociada a un acceso exitoso a la memoria: cuando el cerebro recupera información relevante, estas ondas se atenúan en regiones específicas.

El estudio replicó este efecto clásico: entre unos 700 y 1.500 milisegundos después de que apareciera la palabra clave, el cerebro mostraba una clara disminución de la actividad alfa cuando el recuerdo era correcto. Esta reducción comenzaba en regiones del lóbulo temporal medial y el córtex parietal, áreas tradicionalmente vinculadas a la memoria episódica.

Actividad cerebral durante el recuerdo: las zonas en azul muestran áreas del cerebro que se activan de forma más eficiente cuando una persona recuerda correctamente.

Actividad cerebral durante el recuerdo: las zonas en azul muestran áreas del cerebro que se activan de forma más eficiente cuando una persona recuerda correctamente. Estas diferencias aparecen entre uno y un segundo y medio después de intentar recordar, lo que indica que el cerebro reorganiza rápidamente su actividad cuando la memoria funciona con éxito. Cortesía: Simon Faghel-Soubeyrand, Polina Perzich, Bernhard P. Staresina

El papel del sueño de ondas lentas (fase N3)

La sorpresa llegó al comparar lo que ocurría antes y después de dormir. Tras el sueño, el patrón espacial de esta disminución alfa cambiaba de forma sistemática. Antes de dormir, el efecto se concentraba sobre todo en regiones parietales, situadas en la parte superior y posterior del cerebro. Después del sueño, en cambio, se desplazaba hacia el lóbulo temporal anterior, una región asociada al procesamiento semántico y al significado conceptual.

En otras palabras: el cerebro accedía a los mismos recuerdos, pero lo hacía usando una red neuronal distinta.

Este desplazamiento no era aleatorio. Cuanto más tiempo había pasado una persona en sueño profundo —la fase N3, caracterizada por ondas lentas y sincronizadas— mayor era el cambio hacia el lóbulo temporal anterior. Y no solo eso: esas mismas personas eran las que mejor conservaban los recuerdos de un día para otro.

La relación era robusta. Ni el sueño REM ni otras fases del sueño mostraron una asociación comparable con la retención de la memoria. El sueño profundo emergía así como el verdadero protagonista del proceso.

Por qué dormir bien es clave para la salud cognitiva

Los investigadores fueron un paso más allá y analizaron no solo qué regiones cerebrales se activaban, sino cómo se comunicaban entre sí. Para ello, Staresina, Faghel-Soubeyrand y Perzich calcularon la conectividad funcional del cerebro durante el recuerdo, es decir, la manera en que distintas áreas cerebrales sincronizan su actividad. El resultado fue una imagen global de la red de la memoria.

De nuevo, el sueño profundo marcaba la diferencia. Cuanto más tiempo había pasado una persona en fase N3, mayor era la reorganización cerebral de esta red entre la noche y la mañana. Y cuanto mayor era esa reorganización neuronal, mejor era también la retención de los recuerdos.

Este hallazgo sugiere que dormir profundamente no se limita a reforzar las huellas de memoria existentes, sino que permite al cerebro reconfigurar activamente la arquitectura neuronal que las sostiene. El recuerdo se vuelve menos dependiente de circuitos ligados a la experiencia inmediata y más apoyado en redes conceptuales y corticales.

No todas las horas de sueño cuentan igual: el sueño profundo es clave para que el cerebro reorganice y consolide los recuerdos

No todas las horas de sueño cuentan igual: el sueño profundo es clave para que el cerebro reorganice y consolide los recuerdos. En un contexto de descanso cada vez más fragmentado, estos hallazgos refuerzan la importancia de dormir bien para cuidar la salud mental y la memoria. Foto: Tânia Mousinho

Dormir no solo conserva los recuerdos, también los transforma

Desde un punto de vista funcional, esto tiene sentido. El lóbulo temporal anterior se considera un hub semántico, una especie de centro de integración donde convergen significados, categorías y conocimientos generales. Que los recuerdos consolidados recurran más a esta región podría reflejar un proceso de abstracción de la memoria: la experiencia concreta se transforma en conocimiento más general, más estable y mejor integrado en lo que ya sabemos.

🗣️En palabras de Staresina, «este trabajo encaja con una visión cada vez más extendida del sueño como un periodo activo de transformación cognitiva. No solo se trata de guardar recuerdos, sino de reorganizarlos, simplificarlos y dotarlos de sentido. Dormir sería, en ese sentido, una forma de pensar sin conciencia».

Los tres autores son prudentes y señalan que este cambio podría reflejar también una modificación en la estrategia de recuperación de la memoria: tras dormir, el cerebro podría apoyarse más en el significado global que en los detalles perceptivos. Estudios futuros deberán aclarar si se trata de un cambio en la representación del recuerdo, en la forma de buscarlo o en ambos procesos a la vez.

En cualquier caso, el mensaje es claro: no todas las horas de sueño son iguales. El sueño profundo desempeña un papel específico y medible en la manera en que el cerebro humano reorganiza sus recuerdos. En una sociedad que tiende a recortar el descanso y a fragmentar el sueño, estos resultados añaden un argumento más a favor de proteger el sueño como un pilar de la salud mental y cognitiva.

Dormir bien no solo ayuda a recordar mejor. Ayuda a recordar de otra manera.▪️

Anterior
Anterior

Ensayo clínico con células madre: ¿puede un implante de retina revertir la degeneración macular?

Siguiente
Siguiente

AT 2024wpp: la explosión azul más brillante conocida delata a un agujero negro devorando una estrella